Date cuenta de que yo estoy contigo. Yo te protegeré por dondequiera que vayas, y volveré a traerte a esta tierra. No te dejaré ni un momento, hasta que haya hecho lo que te he dicho.
Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas.
El Señor va delante de ti. Él estará contigo, y no te dejará ni te desamparará. No temas ni te intimides.
Yo me acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes.
Mi Señor y Dios, tú eres mi roca, mi defensor, ¡mi libertador! Tú eres mi fuerza y mi escudo, mi poderosa salvación, mi alto refugio. ¡En ti confío!
El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor, acrisolada; Dios es el escudo de los que en él confían.
Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío, no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo; con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento.
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién podría yo temer? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿quién podría infundirme miedo?
Ustedes, los que esperan en el Señor, ¡esfuércense, y cobren ánimo!
Yo te voy a hacer que entiendas. Voy a enseñarte el camino que debes seguir, y no voy a quitarte los ojos de encima.
El Señor mira atentamente a quienes le temen, a quienes confían en su misericordia.
Pon tu camino en las manos del Señor; confía en él, y él se encargará de todo;
Yo puse mi esperanza en el Señor, y él inclinó su oído y escuchó mi clamor;
¡Con nosotros está el Señor de los ejércitos! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!
Confío en ti, mi Dios, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?
Elevo mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.
Los que confían en el Señor son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre (Sal 125:1).
Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza.
Pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan.
Así dice ahora el Señor, quien te creó y te formó: No temas, Jacob, porque yo te redimí; yo te di tu nombre, Israel, y tú me perteneces.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni las llamas arderán en ti.
Yo mismo soy su consolador. ¿Quién eres tú para tener miedo de hombres mortales, que son como la paja?
No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo, dice el Señor.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.
La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.
Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.
¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros.
Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús,
Así que, amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros de que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido.
Manténganse atentos y firmes en la fe; sean fuertes y valientes.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
Porque así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también por el mismo Cristo abunda nuestra consolación.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes.
Hijitos, ustedes son de Dios, y han vencido a esos falsos profetas, porque mayor es el que está en ustedes que el que está en el mundo.
Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.