Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara (Ge 2:15).
Señor y Dios nuestro, ¡muéstranos tu bondad y confirma la obra de nuestras manos! ¡Sí, confirma la obra de nuestras manos! (Sal 90:17).
¡Dichosos todos los que honran al Señor! ¡Dichosos los que van por sus caminos! ¡Dichoso serás, y te irá bien, cuando te alimentes del fruto de tu trabajo! (Sal 128:1-2).
Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza (Pr 10:4).
Cosechar en el verano es pensar con sensatez; Dormirse en la cosecha es no tener vergüenza (Pr 10:5).
El que labra su tierra se sacia de pan, pero el amigo de vagos no tiene cordura (Pr 12:11).
Las vanas riquezas pronto se gastan; el que trabaja y las guarda las hace crecer (Pr 13:11).
Toda labor rinde sus frutos, pero hablar por hablar empobrece (Pr 14:23).
No seas dormilón, y jamás serás pobre; no pegues los ojos, y el pan nunca te faltará (Pr 20:13).
El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga alguna necesidad (Ef 4:28).
Y que procuren vivir en paz, y ocuparse de sus negocios y trabajar con sus propias manos, tal y como les hemos ordenado, a fin de que se conduzcan honradamente con los de afuera, y no tengan necesidad de nada (1 Tes 4:11-12).
Ni comimos el pan de nadie sin pagarlo, sino que día y noche trabajamos muy duro y sin descanso, para no ser una carga a ninguno de ustedes (2 Tesalonicenses 3:8).
Cuando estábamos con ustedes, también les ordenamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma (2 Tes 3:10).
Y es que nos hemos enterado de que algunos de ustedes viven desordenadamente, y no trabajan en nada, y se entrometen en lo ajeno. A tales personas les ordenamos y exhortamos, por nuestro Señor Jesucristo, que simplemente se pongan a trabajar y se ganen su propio pan (2 Tes 3:11-12).
porque si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, niega la fe y es peor que un incrédulo (1 Ti 5:8).