Descubre la poderosa influencia de los Salmos de bendición en tu vida, hogar y familia a través de este enriquecedor artículo. Explora cómo estas antiguas expresiones de bienestar han perdurado a lo largo del tiempo, infundiendo cada rincón de la existencia con prosperidad y paz. Desde la fortaleza en los desafíos hasta la armonía en los lazos familiares.
Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos. Que, por el contrario, se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos: llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan. ¡En todo lo que hace, prospera.
Ríndanse a los pies de su Hijo, no sea que él se enoje y ustedes perezcan, pues su enojo se enciende de repente. ¡Bienaventurados son los que en él confían!.
A ti, Señor, te corresponde salvar; ¡derrama tus bendiciones sobre tu pueblo!.
Que responda a los deseos de tu corazón y te conceda todas tus peticiones.
Lo has bendecido para siempre; con tu presencia lo has llenado de alegría.
Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda. Por eso mi corazón se alegra y te alaba con sus cánticos.
El Señor infunde poder a su pueblo y lo bendice con la paz.
Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, ¡el pueblo que él escogió como su propiedad!.
¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor! ¡Dichoso aquél que en él confía!.
Dichoso el hombre que confía en el Señor y no en gente soberbia y mentirosa.
¡Dichoso aquél que piensa en los pobres! En los días malos el Señor lo ayudará.
¡Cuán dichoso es aquel a quien tú escoges y lo llevas a vivir en tus atrios! Nosotros quedamos plenamente satisfechos con las bondades de tu casa, con las bendiciones de tu santo templo.
¡Cuán felices son los que habitan en tu templo! ¡Todo el tiempo te cantan alabanzas!.
¡Cuán felices son los que hallan fuerzas en ti, los que ponen su corazón en tus caminos!.
¡Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, y que anda, Señor, a la luz de tu rostro.
Señor, ¡cuán dichosos son aquellos a quienes corriges e instruyes en tu ley!.
Cuando me vi abrumado por la angustia, tú me brindaste consuelo y alegría.
¡Dichosos los que imparten justicia y siempre practican el derecho!.
Dichoso el hombre que honra al Señor y se deleita obedeciendo sus mandatos.
¡Benditos sean ustedes por el Señor, creador del cielo y de la tierra!.
Dichosos los de conducta perfecta, los que siguen las enseñanzas del Señor. Dichosos los que cumplen sus testimonios, y lo buscan de todo corazón.
Los hijos son un regalo del Señor; los frutos del vientre son nuestra recompensa. Los hijos que nos nacen en nuestra juventud son como flechas en manos de un guerrero. ¡Dichoso aquél que llena su aljaba
con muchas de estas flechas! No tendrá de qué avergonzarse cuando se defienda ante sus enemigos.
¡Dichosos todos los que honran al Señor! ¡Dichosos los que van por sus caminos! ¡Dichoso serás, y te irá bien, cuando te alimentes del fruto de tu trabajo!.
¡También tú, Babilonia, serás arrasada! ¡Dichoso el que te dé tu merecido por todo el mal que nos hiciste! ¡Dichoso el que agarre a tus niños y los estrelle contra las rocas!.
¡Dichoso el pueblo que tiene todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!.
¡Dichosos los que confían en el Dios de Jacob, los que cuentan con la ayuda de Dios, el Señor!.
El Señor refuerza los cerrojos de tus puertas, y bendice a los que habitan dentro de tus muros.
¡Que Israel se alegre en su creador! ¡Que los hijos de Sión se regocijen por su Rey!.
Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos.
¡Cuán dichoso es aquel a quien tú escoges y lo llevas a vivir en tus atrios! Nosotros quedamos plenamente satisfechos con las bondades de tu casa, con las bendiciones de tu santo templo.
Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación, que todos los días nos colma de beneficios.
¡Que su nombre sea siempre recordado! ¡Que su nombre permanezca mientras el sol exista! ¡Que todas las naciones sean bendecidas por él,
y que lo llamen bienaventurado!.
Señor de los ejércitos, ¡cuán dichoso es el que en ti confía!.
¡Bendito sea el Señor para siempre! ¡Amén, y Amén!.
¡Bendito seas Señor, Dios de Israel, desde siempre y hasta siempre! Que todo el pueblo diga: «¡Amén!» ¡Aleluya!.
¡Bendito sea desde Sión el Señor, que habita en Jerusalén! ¡Aleluya!.
¡Bendito seas, Señor, mi roca! Tú me entrenas para la batalla; fortaleces mis manos para el combate.
Señor, mis labios proclamarán tu alabanza. ¡Que la humanidad entera bendiga tu santo nombre desde ahora y hasta siempre!.
¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!.