Explora el camino hacia la redención a través de este reflexivo artículo sobre los Salmos de arrepentimiento en la Biblia. Sumérgete en la poesía sagrada que refleja la humildad y búsqueda de perdón. Descubre cómo estos versículos atemporales transmiten la lucha interior y el anhelo de renovación espiritual. Desde la confesión de faltas hasta la reconciliación con lo divino.
Me estoy consumiendo de tanto llorar; Todas las noches lloro amargamente y baño con lágrimas mi lecho.
Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Por eso, voy a confesar mi maldad; pues me pesa haber pecado.
Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado!.
Reconozco que he sido rebelde; ¡mi pecado está siempre ante mis ojos!.
Los sacrificios que tú quieres son el espíritu quebrantado; tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado.
Tú, mi Dios, sabes que soy un insensato; mis pecados no son para ti un secreto.
Tú, Señor, eres bondadoso y sabes perdonar; ¡grande es tu misericordia para los que te invocan!.
No nos ha tratado como merece nuestra maldad, Ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados.
He estado pensando en mis acciones, y decidí encaminar mis pies hacia tus estatutos.
Señor, si te fijaras en nuestros pecados, ¿quién podría sostenerse en tu presencia?.
Pero en ti hallamos perdón, para que seas reverenciado.
Pero no me juzgues con dureza, pues ante ti nadie puede justificarse.
Tú, Señor, estás cerca de quienes te invocan, de quienes te invocan con sinceridad.
Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño.
Señor, muy grande es mi pecado, pero haz honor a tu nombre, y perdóname.
Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡son una carga que ya no puedo soportar!.
Son muchos los males que me acechan; mi maldad se ha volcado contra mí, y me ha opacado la vista. Tengo más problemas que pelos en la cabeza; ¡estoy totalmente descorazonado!.
Señor, ¡dígnate ayudarme! Señor, ¡ven pronto a socorrerme!.
Dios mío, ¡crea en mí un corazón limpio! ¡Renueva en mí un espíritu de rectitud!.
Aún si yo te ofreciera sacrificios, no es eso lo que quieres; ¡no te agradan los holocaustos! Los sacrificios que tú quieres son el espíritu quebrantado; tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado.
Todo el día mi boca proclamará tu justicia, y tus hechos de salvación, aun cuando no puedo enumerarlos.
Yo tenía el alma llena de amargura, y sentía que el corazón me punzaba. Era yo tan torpe que no podía entenderlo; en tu presencia, era yo como una bestia.
Sálvame la vida, pues te soy fiel. Dios mío, salva a tu siervo, que en ti confía.
Señor, ten misericordia de mí, porque a ti clamo todo el día.
A ti clamo, Señor, desde el fondo de mi angustia. ¡Escucha, Señor, mi voz! ¡Que no se cierren tus oídos al clamor de mi súplica!.
Israel, confía en el Señor, porque el Señor es misericordioso; ¡en él hay abundante redención!.
Muéstrame tu misericordia por la mañana, porque en ti he puesto mi confianza. Muéstrame el camino que debo seguir, porque en tus manos he puesto mi vida.
Tú eres mi Dios; enséñame a hacer tu voluntad, y que tu buen espíritu me guíe por caminos rectos.
Tú, Señor, levantas a los que tropiezan, y reanimas a los que están fatigados.