Pero la sabiduría y el poder son de Dios, y suya también la decisión inteligente (Job 12:13).
El temor del Señor es la sabiduría. Quien se aparta del mal es inteligente (Job 28:28).
¡Tus obras, Señor, son innumerables! ¡Todas las hiciste con gran sabiduría! ¡La tierra está llena de tus criaturas! (Sal 104:24).
El principio de la sabiduría es el temor al Señor. Quienes practican esto adquieren entendimiento y alaban al Señor toda su vida (Sal 111:10).
El principio de la sabiduría es el temor al Señor; Los necios desprecian la sabiduría y la enseñanza (Pr 1:7).
Porque el Señor da la sabiduría; de sus labios brotan conocimiento e inteligencia (Pr 2:6).
¡Dichoso el que halla la sabiduría y se encuentra con la inteligencia! (Pr 3:13).
Con sabiduría, el Señor fundó la tierra; con inteligencia, el Señor afirmó los cielos (Pr 3:19).
Adquiere sabiduría e inteligencia, y nunca te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca (Pr 4:5).
En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia (Pr 4:7).
Yo, la sabiduría, valgo más que las piedras preciosas! ¡Ni lo más deseable puede compararse conmigo! (Pr 8:11).
El principio de la sabiduría es el temor del Señor; el conocimiento de lo santo es inteligencia (Pr 9:10).
Con la soberbia llega también la deshonra, pero la sabiduría acompaña a los humildes (Pr 11:2).
Concluí entonces que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como sobrepasa la luz a las tinieblas (Ec 2:13).
La sabiduría da al sabio más fuerza que diez hombres fuertes a una ciudad (Ec 7:19).
Sobre él reposará el espíritu del Señor; el espíritu de sabiduría y de inteligencia; el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y de temor del Señor (Is 11:2).
¡Bendito seas por siempre el nombre de Dios, porque tuyos son el poder y la sabiduría! (Da 2:20).
Tú cambias los tiempos y las edades, y a unos reyes los pones y a otros los quitas. A los sabios y entendidos les das gran sabiduría (Da 2:21).
Al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga del lugar. La gente se asombraba y decía: ¿De dónde le viene a éste la sabiduría? ¿Cómo es que hace estos milagros? (Mt 13:54).
El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios reposaba en él (Lc 2:40).
Porque yo les daré las palabras y la sabiduría, las cuales no podrán resistir ni contradecir todos sus oponentes (Lc 21:15).
¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Ro 11:33).
Al único y sabio Dios, sea la gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén (Ro 16:27).
Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios (1 Co 1:24).
Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres (1 Co 1:25).
Sin embargo, entre los que han alcanzado la madurez sí hablamos con sabiduría, pero no con la sabiduría de este mundo ni la de sus gobernantes, los cuales perecen. Más bien hablamos de la sabiduría oculta y misteriosa de Dios, que desde hace mucho tiempo Dios había predestinado para nuestra gloria (1 Co 2:6-7).
A uno el Espíritu le da palabra de sabiduría; a otro, el mismo Espíritu le da palabra de ciencia (1 Co 12:8).
En quien se hallan escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col 2:3).
Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche (Stg 1:5).
Pero la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura, y además pacífica, amable, benigna, llena de compasión y de buenos frutos, ecuánime y genuina (Stg 3:17).