Si alguien peca, o incurre en algo que por mandamiento del Señor no se debe hacer, aun si no sabía que hacía mal, será culpable y cargará con su pecado (Lev 5:17).
Ningún padre morirá en lugar de su hijo, ni tampoco ningún hijo morirá en lugar de su padre; cada uno responderá por su propio pecado (Deut 24:16).
Aun admitiendo que haya errado, las consecuencias son asunto mío(Job 19:4).
Si te haces sabio, el provecho es tuyo; si te vuelves blasfemo, sufrirás las consecuencias (Pr 9:12).
En esos días no volverá a decirse “Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera”, sino que cada cual morirá por su propia maldad. La dentera la tendrán los dientes de todo el que coma las uvas agrias (Jr 31:29-30).
Sólo el que peque merece la muerte. Ningún hijo pagará por el pecado de su padre, ni tampoco ningún padre pagará por el pecado de su hijo. El hombre justo será juzgado por su justicia, y el malvado será juzgado por su maldad (Ez 18:20).
En cambio, si al venir la espada el atalaya no toca la trompeta para prevenir a la gente, cuando la espada llegue y hiera de muerte a alguien, éste morirá por causa de su pecado, pero yo haré responsable de su muerte al atalaya (Ez 33:6).
Pero yo les digo que, en el día del juicio, cada uno de ustedes dará cuenta de cada palabra ociosa que haya pronunciado. Porque por tus palabras serás reivindicado, y por tus palabras serás condenado (Mt 12:36-37).
Así que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo (Ro 14:12).
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo (2 Co 5:10).
Así que, cada uno ponga a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de jactarse, pero sólo respecto de sí mismo y no por otro; porque cada uno llevará su propia carga (Ga 6:4-5).
Porque si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, niega la fe y es peor que un incrédulo (1 Ti 5:8).
Obedezcan a sus pastores, y respétenlos. Ellos cuidan de ustedes porque saben que tienen que rendir cuentas a Dios. Así ellos cuidarán de ustedes con alegría, y sin quejarse; de lo contrario, no será provechoso para ustedes (He 13:17).
Hermanos míos, no se convierta la mayoría de ustedes en maestros. Bien saben que el juicio que recibiremos será mayor (Stg 3:1).
Para ellos resulta extraño que ustedes ya no los acompañen en ese mismo desenfreno y libertinaje, y por eso los ultrajan; pero tendrán que dar cuenta de ello al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos (1 Pe 4:4-5).