Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedi ayuda, y desde tu templo me escuchaste; ¡mis gemidos llegaron a tus oídos! (2 Sa 22:7).
Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra (2 Cro 7:14).
En mi angustia llegué a pensar que me habías apartado de tu vista, pero tú escuchaste mi voz suplicante en el momento en que a ti clamé (Sal 31:22).
Clamaron los justos, y el Señor los oyó; los libró de todas sus angustias (Sal 34:17).
En medio de la angustia clamé al Señor, y él me respondió y me dio libertad (Sal 118:5).
El Señor está lejos de los impíos, pero oye la oración de los justos (Pr 15:29).
Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llámenlo mientras se encuentre cerca (Is 55:6).
Entonces ustedes me pedirán en oración que los ayude, y yo atenderé sus peticiones. Cuando ustedes me busquen, me hallarán, si me buscan de todo corazón (Jeremías 29:12-13).
Clama a mí, y yo te responderé; te daré a conocer cosas grandes y maravillosas que tú no conoces (Jr 33:3).
Señor, en mi angustia te invoqué, y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz (Jon 2:2).
Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que la gente los vea; de cierto les digo que con eso ya se han ganado su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y con la puerta cerrada ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mt 6:5-6).
Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá (Mt 7:7).
Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan! (Mt 7:11).
Si ustedes creen, todo lo que pidan en oración lo recibirán (Mt 21:22).
Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Mt 26:41).
Por esos días Jesús fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios (Lc 6:12).
Les dijo: ¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren para que no caigan en tentación! (Lc 22:46).
Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo piden en mi nombre, yo lo haré (Jn 14:13-14).
Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá (Jn 15:7).
Por lo tanto, el que hable en una lengua extraña, pida en oración poder interpretarla (1 Co 14:13).
Porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo (Ro 10:13).
Oren en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y manténganse atentos, siempre orando por todos los santos (Ef 6:18).
No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias (Filip 4:6).
Dedíquense a la oración, y sean constantes en sus acciones de gracias (Col 4:2).
Oren sin cesar (1 Tes 5:17).
Y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres (Stg 4:3).
Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva (Stg 5:16).
El fin de todo se acerca. Por lo tanto, pórtense juiciosamente y no dejen de orar (1 Pe 4:7).
y recibiremos de él todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos, y hacemos las cosas que le son agradables (1 Jn 3:22).
Y ésta es la confianza que tenemos en él: si pedimos algo según su voluntad, él nos oye (1 Jn 5:14).