Descubre una fuente inagotable de esperanza en Dios a través de nuestros inspiradores versículos bíblicos. Encuentra consuelo y fortaleza en la palabra divina mientras exploras mensajes de confianza, renovación y promesas de un futuro brillante. Deja que la esperanza guíe tu camino y descubre cómo la fe en Dios puede iluminar cada paso de tu vida. ¡Explora ahora nuestros versículos bíblicos de esperanza y comienza a experimentar la plenitud de su amor y gracia!
¡Tu salvación espero, oh Señor! (Ge 49:18).
¡Éste es nuestro Dios! ¡Éste es el Señor, a quien hemos esperado! ¡Él nos salvará! ¡Nos regocijaremos y nos alegraremos en su salvación! (Is 25:9).
Ustedes, los que esperan en el Señor, ¡esfuércense, y cobren ánimo! (Sal 31:24).
Por lo tanto, el Señor esperará un poco y tendrá piedad de ustedes, y por eso será exaltado por la misericordia que tendrá de ustedes. Ciertamente el Señor es un Dios justo; ¡dichosos todos los que confían en él! (Is 30:18).
El ojo del SEÑOR está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia (Sal 33:18).
Pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán (Is 40:31).
¡Tú eres la esperanza de Israel! ¡Tú eres su protector en momentos de angustia! ¿Por qué actúas como si fueras un extraño en la tierra, como un caminante que se retira para pasar la noche? (Jr 14:8).
No hay entre los ídolos de las naciones uno solo que haga llover. ¡Pero tú, Señor, eres nuestro Dios! ¡Tú eres quien nos manda del cielo las lluvias! Por eso esperamos en ti, pues tú haces todas estas cosas (Jr 14:22).
Pues en ti, oh SEÑOR, he esperado; tú responderás, oh SEÑOR, Dios mío (Sal 38:15).
Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza. Dice el SEÑOR.
“El SEÑOR es mi porción”, ha dicho mi alma; “por eso, en él esperaré” (Lm 3:24).
Señor, ¿qué puedo esperar, si en ti he puesto mi esperanza? (Sal 39:7).
Tú, pues, vuélvete a tu Dios; practica la lealtad y el derecho, y espera siempre en tu Dios (Os 12:6).
Yo, por mi parte, pondré la mirada en el Señor, y esperaré en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios habrá de escucharme! (Mi 7:7).
Yo puse mi esperanza en el Señor, y él inclinó su oído y escuchó mi clamor (Sal 40:1).
¡Vuelvan, pues, a la fortaleza, prisioneros de esperanza! En este preciso día yo les hago saber que les devolveré el doble de lo que perdieron (Zac 9:12).
En su nombre esperarán las naciones (Mt 12:21).
¿Por qué te desanimas, alma mía? ¿Por qué te inquietas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún debo alabarlo. ¡Él es mi Dios! ¡Él es mi salvador! (Sal 42:5).
Y tengo, como ellos, la misma esperanza en Dios de que habrán de resucitar los justos y los injustos (Hch 24:15).
Por quien tenemos también, por la fe, acceso a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios (Ro 5:2).
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza (Ro 5:3-4).
Sólo en Dios halla tranquilidad mi alma; sólo en él he puesto mi esperanza (Sal 62:5).
Se alzará la raíz de Isaí; se levantará a gobernar a las naciones, las cuales pondrán en él su esperanza (Ro 15:12).
¡Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo! (Ro 15:13).
Pero yo siempre esperaré; te alabaré más y más (Sal 71:14).
Si nuestra esperanza en Cristo fuera únicamente para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los hombres (1 Co 15:19).
Pero la sentencia de muerte que pendía sobre nosotros fue para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; y él nos libró, y nos libra, y aún tenemos la esperanza de que él seguirá librándonos de tal peligro de muerte (2 Co 1:9-10).
Tu salvación he esperado, oh SEÑOR, y tus mandamientos he puesto por obra (Sal 119:166).
Pues nosotros por el Espíritu aguardamos, por fe, la esperanza de la justicia (Ga 5:5).
Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Ef 1:18).
Señor, toda mi vida he esperado en ti, y he confiado en tus promesas (Sal 130:5).
Y por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, y mayormente de los que creen (1 Ti 4:10).
A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Ti 6:17).
Espera, oh Israel, en el SEÑOR desde ahora y para siempre (Sal 131:3).
Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve (He 11:1).
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurreción de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva (1 Pe 1:3).
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro (1 Jn 3:3).
Yo esperaré al Señor, que escondió su rostro de la casa de Jacob. En él confiaré.
Pero bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza.
¡Espera en el Señor! ¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento! ¡Sí, espera en el Señor!
Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración.
Gran regocijo hay en mi corazón y en mi alma; todo mi ser siente una gran confianza,
Pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan.
Israel, ¡confía en el Señor desde ahora y para siempre!
Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor, acrisolada; Dios es el escudo de los que en él confían.
Todo el día espero en ti; ¡enséñame a caminar en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador!
Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza; tú me has dado seguridad desde mi juventud.
Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia.