Cuando te vengan seis desgracias, en la séptima te librará del mal.
Señor, ten misericordia de mí, que estoy enfermo; sáname, pues todos mis huesos se estremecen.
Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío, no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo; con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento.
Podrían mi padre y mi madre abandonarme, pero tú, Señor, me recogerás.
Su enojo dura sólo un momento, pero su bondad dura toda la vida. Tal vez lloremos durante la noche, pero en la mañana saltaremos de alegría.
Cercano está el Señor para salvar a los que tienen roto el corazón y el espíritu.
Yo le pido al Señor que me tenga compasión, que me sane, pues he pecado contra él.
Los sacrificios que tú quieres son el espíritu quebrantado; tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado.
Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme.
¡Dame una prueba de tu bondad! ¡Que sean avergonzados los que me odian al ver que tú, Señor, me ayudas y me consuelas!
Cuando me vi abrumado por la angustia,
tú me brindaste consuelo y alegría.
En mi aflicción, ellas son mi consuelo; pues tu palabra me infunde nueva vida.
El Señor reanima a los descorazonados, y sana sus heridas.
A ti, Señor, cantaré; aunque te enojaste contra mí, tu indignación cesó y me has dado consuelo.
Yo, el Señor, consolaré a Sión; consolaré todos sus páramos. Haré de su desierto un paraíso, de su soledad un huerto mío, y en ella habrá gozo y alegría; alabanzas y voces de canto.
Porque así ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es santo: “Yo habito en las alturas, en santidad, pero también doy vida a los de espíritu humilde y quebrantado, y a los quebrantados de corazón.”
Ya he visto el camino que siguen, pero a pesar de eso los sanaré y los consolaré; a ellos y a los que lloran los dirigiré.
El espíritu de Dios el Señor está sobre mí. Sí, el Señor me ha ungido; me ha enviado a proclamar buenas noticias a los afligidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a anunciar libertad a los cautivos, y liberación a los prisioneros;
Yo los consolaré a ustedes como consuela una madre a sus hijos, y en Jerusalén hallarán consuelo.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí.
No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes.
También ustedes ahora están tristes; pero yo los volveré a ver, y su corazón se alegrará, y nadie les arrebatará su alegría.
Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.
Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, les infunda ánimo en el corazón y los confirme en toda buena palabra y obra.