El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Jn 4:8).
Jesús le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mt 22:37-39).
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas (Dt 6:5).
No te vengues, ni guardes rencor contra los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor (Lv 19:18).
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4:10).
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios (1 Jn 4:7).
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (Ga 5:22).
Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 4:16).
Nosotros lo amamos a él, porque él nos amó primero (1 Jn 4:19).
Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos (Jn 15:13).
Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor (Ga 5:13).
El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano (Pr 17:17).
Ponme como un sello sobre tu corazón; ponme como una marca sobre tu brazo. Inquebrantable como la muerte es el amor; inflexibles como el sepulcro son los celos. ¡Candentes brasas son, candente fuego! (Cant 8:6).
Las muchas aguas no pueden apagar el amor, ni pueden tampoco sofocarlo los ríos. Si por el amor diera el hombre todos los bienes de su casa, ciertamente sería despreciado (Cant 8:7).
En esto se perfecciona el amor en nosotros: para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Jn 4:17).
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. Por lo tanto, el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor (1 Jn 4:18).
Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal resonante, o címbalo retumbante (1 Co 13:1).
Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios, y tuviera todo el conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy (1 Co 13:2).
El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso (1 Co 13:4-5).
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Co 13:7).
El odio despierta rencillas; pero el amor cubre todas las faltas (Pr 10:12).
Por sobre todas las cosas, ámense intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de pecados (1 Pedro 4:8).
Si me aman, obedezcan mis mandamientos (Jn 14:15).
No tengan deudas con nadie, aparte de la deuda de amarse unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley (Ro 13:8).
El que dice: «Yo lo conozco», y no obedece sus mandamientos, es un mentiroso, y no hay verdad en él. El amor de Dios se ha perfeccionado verdaderamente en el que obedece su palabra, y por esto sabemos que estamos en él (1 Jn 2:4-5).
Pues éste es el amor a Dios: que obedezcamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son difíciles de cumplir (1 JN 5:3).
El amor no hace daño a nadie. De modo que el amor es el cumplimiento de la ley (Ro 13:10).
Y ahora, ya que se han purificado mediante su obediencia a la verdad, para amar sinceramente a sus hermanos, ámense los unos a los otros de todo corazón (1 Pe 1:22).
Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor (Ga 5:6).
Constantemente los recordamos delante de nuestro Dios y Padre por sus actos de fe; por su trabajo, que es fruto de su amor, y por su sufrida esperanza en nuestro Señor Jesucristo (1 Tes 1:3).
Porque Dios es justo, y no olvidará el trabajo de ustedes y el amor que han mostrado hacia él mediante el servicio a los santos, como hasta ahora lo hacen (He 6:10).
En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (1 Jn 3:16).
En cuanto a lo que se ofrece a los ídolos, es cierto que todos sabemos algo de eso. El conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Co 8:1).
Y sobre todo, revístanse de amor, que es el vínculo perfecto (Col 3:14).
Pero ¿cómo puede habitar el amor de Dios en aquel que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano pasar necesidad, y le cierra su corazón? (1 Jn 3:17).
Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro 5:8).
Como a un natural de ustedes considerarán al extranjero que resida entre ustedes. Lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fueron ustedes en la tierra de Egipto. Yo, el Señor, su Dios (Lev 19:34).
Y ahora, Israel, ¿qué es lo que el Señor tu Dios pide de ti? Solamente que temas al Señor tu Dios, que vayas por todos sus caminos, y que ames y sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma (Dt 10:12).
Por amor de tu nombre, oh Señor, perdona también mi iniquidad porque es grande (Sal 25:11).
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad (1 Jn 3:18).
El Señor corrige al que ama como lo hace el padre con su hijo amado (Pr 3:12).
Tú, Señor, proteges a los que te aman, pero destruyes a los malvados (Sal 145:20).
El Señor tu Dios circuncidará tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma, y tengas vida (Dt 30:6).
Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos (Da 9:4).
A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian (Lc 6:27).
Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, Ni han penetrado en el corazón del hombre, Son las que Dios ha preparado para los que lo aman (1 Co 2:9).
Si alguno dice: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? (1 Jn 4:20).
Completen mi gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa (Filip 2:2).
Para que su corazón se anime y para que permanezcan unidos en amor, hasta que alcancen todas las riquezas que provienen de la convicción y el entendimiento, para que conozcan el misterio de Dios el Padre y de Cristo (Col 2:2).
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor (1 Co 13:13).
Háganlo todo con amor (1 Co 16:14).
Éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como Dios nos lo ha mandado (1 Jn 3:23).
Para que por la fe Cristo habite en sus corazones, y para que, arraigados y cimentados en amor (Ef 3:17).
Y que el Señor los haga crecer y aumente el amor entre ustedes y hacia los demás, así como también nosotros los amamos a ustedes (1 Tes 3:12).
En cuanto al amor fraternal, no es necesario que les escriba, porque Dios mismo les ha enseñado que ustedes deben amarse los unos a los otros (1 Tes 4:9).
Éste es el mensaje que ustedes han oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros (1 Jn 3:11).
Y que sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor (Ef 4:2).
Vivan en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, de aroma fragante (Ef 5:2).
Por lo demás, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos (Ef 5:33).
Amados, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros (1 Jn 4:11).
Pues el propósito de este mandamiento es el amor que nace de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera (1 Ti 1:5).
Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Ti 4:12).
Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con aquellos que con un corazón limpio invocan al Señor (2 Ti 2:22).
Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras (He 10:24).
Porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como hijo (He 12:6).
Bien harán ustedes en cumplir la ley suprema de la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Stg 2:8).
Respeten a todos. Amen a los hermanos. Teman a Dios y respeten al rey (1 Pe 2:17).
En fin, únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos, misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente (1 Pe 3:8).
A todos los que amo, yo los reprendo y los castigo; así que muestra tu fervor y arrepiéntete (Ap 3:19).
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El odio despierta rencillas pero el amor cubre todas las faltas