La Biblia nos advierte sobre el peligro de amar el dinero en diversos pasajes. Uno de ellos se encuentra en 1 Timoteo 6:10, donde se dice: «Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores».
Este pasaje nos recuerda que el amor desmedido por el dinero puede tener consecuencias negativas en nuestras vidas. Cuando ponemos nuestra confianza y nuestra felicidad en la riqueza material, corremos el riesgo de perder de vista lo verdaderamente importante.
Amar el dinero puede llevarnos a buscar el éxito y la prosperidad a cualquier costo, incluso a expensas de nuestros valores y principios. Nos puede consumir con la búsqueda insaciable de posesiones y comodidades, dejando de lado lo espiritual. La Biblia nos enseña que nuestra verdadera seguridad y satisfacción no provienen de las posesiones terrenales, sino de nuestra relación con Dios y de vivir en armonía con su voluntad. El amor al dinero nos puede cegar ante la necesidad de ayudar a los demás y compartir generosamente lo que tenemos.
Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual algunos, por codiciarlo, se extraviaron de la fe y acabaron por experimentar muchos dolores.
Vivan sin ambicionar el dinero. Más bien, confórmense con lo que ahora tienen, porque Dios ha dicho: «No te desampararé, ni te abandonaré».
Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.
No te entusiasmes por hacerte rico; usa tu buen juicio, y desiste de esa idea. ¡Apenas logras poner los ojos en las riquezas, cuando éstas ya han desaparecido! ¡Es como si les salieran alas, alas de águila, y desaparecen volando por el cielo!
También les dijo: «Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque la vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de Dios.
Quien ama el dinero, jamás tiene suficiente. Quien ama las riquezas, nunca recibe bastante. ¡Y también esto es vanidad!
El avaro tiene prisa por hacerse rico, sin saber que la pobreza está en camino.
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque a uno lo odiará y al otro lo amará. O bien, estimará a uno y menospreciará al otro. Así que ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.
La semilla sembrada entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto.
Vendan lo que ahora tienen, y denlo como limosna. Consíganse bolsas que no se hagan viejas, y háganse en los cielos un tesoro que no se agote. Allí no entran los ladrones, ni carcome la polilla. Porque donde ustedes tengan su tesoro, allí también estará su corazón.
Los que quieren enriquecerse caen en la trampa de la tentación, y en muchas codicias necias y nocivas, que hunden a los hombres en la destrucción y la perdición.
Pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas, y la codicia por otras cosas, entran en ellos y ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto.
El hombre fiel recibe muchas bendiciones; el que quiere hacerse rico no sale bien librado.
Pero ¿cómo puede habitar el amor de Dios en aquel que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano pasar necesidad, y le cierra su corazón?
El que es ambicioso trastorna su casa, pero el que desprecia el soborno vivirá.
No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y dondelos ladrones minan y hurtan. Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
El que confía en sus riquezas, fracasa; los justos, en cambio, reverdecen como ramas.
A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
De nada sirven las riquezas en el día de la ira, pero la justicia te librará de la muerte.