El temor del Señor es bueno: permanece para siempre. Los decretos del Señor son verdaderos, y todos ellos justos. Son más deseables que el oro refinado y más dulces que la miel que destila del panal (Sal 19:9-10).
¡Cuán dulces son tus palabras en mi boca! ¡Son más dulces que la miel en mis labios! (Sal 119:103).
En este monte el Señor de los ejércitos ofrecerá un banquete a todos los pueblos. Habrá los manjares más suculentos y los vinos más refinados (Is 25:6).
Todos ustedes, los que tienen sed: Vengan a las aguas; y ustedes, los que no tienen dinero, vengan y compren, y coman. Vengan y compren vino y leche, sin que tengan que pagar con dinero (Is 55:1).
¿Por qué gastan su dinero en lo que no alimenta, y su sueldo en lo que no les sacia? Escúchenme bien, y coman lo que es bueno; deléitense con la mejor comida (Is 55:2).
Yo les daré gobernantes que los cuiden y alimenten de manera sabia e inteligente; gobernantes que hagan mi voluntad (Jr 3:15).
Señor, Dios de los ejércitos, cuando hallé tus palabras, literalmente las devoré; tus palabras son el gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre ha sido invocado sobre mí (Jr 15:16).
Las apacentaré en los mejores pastos, y pondré su aprisco en los altos montes de Israel; allí dormirán en un buen redil, y serán apacentadas en los pastos suculentos de los montes de Israel (Ez 34:14).
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo (Jn 6:51).
Yo soy la puerta; el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos (Jn 10:9).
También todos ellos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, la cual era Cristo (1 Co 10:3-4).
Aunque después de tanto tiempo ya debieran ser maestros, todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las palabras de Dios. Esto es tan así que lo que necesitan es leche, y no alimento sólido. Pero todos los que se alimentan de leche son inexpertos en la palabra de justicia, porque son como niños (Heb 5:12-13).
Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos (1 Pe 2:2).
Nunca me he apartado de sus mandamientos; sus palabras me son más preciadas que la comida (Job 23:12).
El Señor le dijo a Moisés: Como verás, yo voy a hacer que les llueva pan del cielo. Para ver si ustedes obedecen o no mis leyes, cada uno de ustedes debe salir todos los días y recoger la porción para ese día (Éx 16:4).
Y como lluvia dejó caer sobre ellos el maná; ¡les dio a comer el trigo de los cielos! (Sal 78:24).
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor, le permitiré comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios (Ap 2:7).
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al que salga vencedor, le daré a comer del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca; en ella está escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe (Ap 2:17).